Las voces en las narraciones
Introducción
Contar. Narrar es contar sucesos. Estos sucesos, al ser contados por alguien, inevitablemente adoptan una perspectiva, un punto de vista, una intencionalidad. Esta combinación de voces y modalidades da lugar al problema de los narradores y narratarios junto con sus propias perspectivas individuales o mezcladas.
También se la puede considerar como una composición entendida como la construcción artística e intencionada de un discurso sobre las cosas. Ese discurso es la acción de decir, que en el relato es narrar. La narración y el narrador han sido por ello revelados como el principal problema del relato.
En las próximas secciones, nos informaremos al respecto. Veamos:
Aspecto o focalización
La pregunta que el aspecto fija es: ¿quién ve los hechos?, ¿desde qué perspectiva los enfoca? La aspectualidad recoge, por tanto, un viejo problema de la estructura narrativa también denominado foco de la narración o «punto de vista». La «perspectiva», «foco» o «aspecto» es posiblemente el pilar fundamental de la estructura narrativa. La focalización tiene muy diferentes desarrollos posibles. Cada relato puede adoptar un ángulo de visión diferente; es más, cada narrador en una misma novela puede ofrecer la realidad desde una posición. Por ello el análisis narratológico ha prestado su mayor atención a las tipologías donde recoger las más comunes y desarrolladas posibilidades aspectuales.
Se han establecido a lo largo de la historia algunos nombres para los diferentes puntos de vista que adopta un narrador al contar su historia:
1) lo que la crítica anglosajona llama narrador omnisciente o «visión por detrás», que Todorov simboliza con la fórmula Narrador > Personaje (en ella el narrador dice más de lo que pueda saber ninguno de los personajes);
2) narrador de omnisciencia parcial o «visión con», Narrador = Personaje en el que (el narrador no ve más que lo que sabe tal personaje);
3) Narrador Personaje en que el narrador ve menos de lo que sabe cualquiera de los personajes. Solo asiste a sus actos, pero no tiene acceso a ninguna consciencia.
G. Genette da un nuevo nombre a la trilogía añadiendo algunas precisiones. Para el primer tipo, el relato clásico omnisciente, G. Genette habla de relato no-focalizado o focalización-cero. El segundo tipo es denominado por Genette focalización interna (dentro de la cual distingue una focalización fija, de una variable, y otra múltiple, según sea uno, varios, o muchos personajes los que aporten la visualización de la historia). Por último, el tercer tipo es llamado focalización externa, en que el focalizador ve a los personajes desde fuera, sin entrar en su conciencia; es el relato llamado «objetivo», popularizado por la novela negra.
La voz narrativa
La problemática en torno a la voz, esto es, ¿quién dice?, se ha identificado tradicionalmente con las llamadas personas narrativas: relato en primera persona, en segunda persona y en tercera persona. Pero, de hecho, hemos de establecer una primera constatación para evitar equívocos: el narrador en tanto tal es siempre sujeto de la enunciación y como tal no puede identificarse más que con la primera persona. Hay siempre un Yo narrativo, una persona que enuncia, una persona de carne y hueso de nuestra realidad física. Pero, el problema de la voz reenvía de inmediato a la oposición entre el aspecto subjetivo y el objetivo del lenguaje. Toda palabra —y toda narración— es a la vez un enunciado y una enunciación. La acción del novelista es la emisión de una primera persona (la tercera persona se reescribiría: «Yo digo que X dice…»). Pero el novelista cede su voz al admitir también enunciaciones, lo que Austin llamaba actos performativos, esto es, la narración es un discurso con actos de enunciación en su interior. Es aquí donde se introduce la problemática de la voz narrativa.
Lo primero que habrá que advertir es que no existe una simetría entre voz narrativa y persona gramatical. Cuando en la crítica de la novela se habla de primera (yo), segunda (tú), tercera (él), se suele confundir voz narrativa y persona gramatical. Como veremos, la elección discursiva no es entre tres formas gramaticales, sino que la auténtica elección es entre actitudes narrativas. En efecto, aunque las formas gramaticales sean tres, la voz, como discurso, revela una opción dual: yo/no yo, lo que G. Genette llamara oposición entre relato homodiegético (el narrador forma parte de la historia que cuenta) y el relato hetero-diético (el narrador no forma parte de la historia). Encontramos, pues, que el análisis de la voz narrativa ha de hacerse desde la oposición fuera/dentro, que revelan las dos actitudes posibles en cuanto a la responsabilidad elocutiva: hablo de mí (yo = homodiégesis) hablo de él, de ti (heterodiégesis). La ausencia no tiene grados, pero la presencia (homodiégesis) sí. G. Genette propuso el término de autodiégesis para aquellos relatos en que la homodiégesis lo es del héroe protagonista que narra su propia historia. La enunciación de una historia, homodiegética o heterodiegética, sea cual sea el tiempo en que se realice, no supone invariabilidad. A menudo un relato implica diferentes historias que pueden nacer unas de otras y con diferentes narradores. Dentro, pues, de un relato pueden darse cambios de narración y de situaciones narrativas. Ello crea una estratificación o niveles de inserción de unas narraciones en otras. En la estructura de niveles propuesta por Genette el más alto es el que llama extradiegético, que es aquel que comienza el relato con el acto narrativo productor del mismo. Es extradiegética en tanto primera instancia que origina la diégesis. Ya dentro de esa diégesis, se llamará extradiegético o simplemente diegético al relato que nazca dentro de él. Un relato subordinado que Genette llama metadiegético y que M. Bal y S. Rimmon-Kenan proponen llamar hipodiegético, es un relato en segundo grado y por tanto dependiente del acto narrativo que le da origen. Con un ejemplo se verá mejor: en Las mil y una noches hay un narrador primario (Sherezada), extradiegético, que produce un relato en cuya diégesis se contiene un personaje-narrador (Simbad, el marino), intradiegético, el cual a su vez se convierte en narrador de un relato hipodiegético (Genette lo llama metadiegético). Es en esta instancia donde se producen los cruces entre narratarios y narradores que se pueden apreciar en los primeros capítulos de El ingenioso Hidalgo don Quijote de La Mancha y en los relatos ejemplares de El conde Lucanor y Patronio, donde narrador es el sujeto de la enunciación en cualquier plano que implique un acto de decir y comunicar, y donde el narratario es aquel que recibe el mensaje pero con la facultad de ejercer también la comunicación o el decir.