Ofrecemos una serie de lecturas con sus actividades que fueron dictadas en algunas escuelas de la Zona Sur de CABA.
Horus es la expresión principal de la divinidad solar en Egipto. Señor del cielo, su nombre significa el «Lejano». Se manifiesta en un gran número de entidades cuyos epítetos varían con las funciones. De todos modos, se pueden distinguir dos aspectos principales una forma joven y una forma madura. Un animal único, el halcón sirve de imagen soporte a estos dioses Otras divinidades representadas por la misma ave rapaz acabaron identificándose con el gran dios, como Hurun, Dedun o Hemen.
Los Horus maduros, en el apogeo de su resplandor, son la expresión de lo divino en plena posesión de sus medios guerreros y sexuales. El sol en su cenit es Horajty, mientras que el señor de Edfu es el Horus Behedety, cuya majestad alada domina el cielo, desde el que se abalanza sobre los enemigos de Egipto. Existe igualmente un Horus el Viejo (o el Grande). Harocris, que personaliza a una divinidad celeste muy antigua. Se le puede comparar con un dios antiguo cuyo nombre, Ur, puede también traducirse por «Viejos o Grandes y cuyos ojos” crean el sol y la luna. El Horus Nejen era el patrón de la monarquía del sur.
En cuanto a Horus el joven, aparece bajo una multitud de formas cuya importancia era mayor o menor según las épocas. Se trata por tanto de aspectos de las múltiples funciones que debía asumir el hijo de Osiris. Es, por ejemplo, el Niño (Harpócrates), el hijo de Isis (Horsaisis) e incluso Aquel que se cuida de su padre (Homedyllef).
Estas formas divinas, jóvenes o maduras, acaban por vincularse unas a otras en un círculo enteramente renovado. Las leyendas o tradiciones más antiguas consideran al faraón como Horus entre los hombres. El dios es el prototipo de los reyes terrestres. Tras suceder a su padre, deja el gobierno a los soberanos míticos, a los que la tradición denomina “Seguidores de Horus”. El faraón asume las funciones que le han delegado los dioses. Como sucesor de Osiris, asume una función sobrenatural que le diferencia del común de los mortales. Cuando asciende al trono, continúa la obra de una línea ininterrumpida (en teoría) desde el tiempo de los dioses (Edad de Oro).
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