Ofrecemos una serie de lecturas con sus actividades que fueron dictadas en algunas escuelas de la Zona Sur de CABA.
Ra, también conocido como Re, es la principal divinidad que representa al sol desde el Egipto antiguo, se le veneraba en Heliópolis, pero alcanzó una importancia tal que su culto se esparció por todo el país bajo diversas formas. Apareció al comienzo del mundo sobre la colina primigenia, materializado por el Benben, y se unió a Atum, rechazando el caos mediante la luz y el calor que desprendía. En la cosmogonía heliopolitana sus hijos son Shu y Tefnur, encarnación de su resplandor. Se creía que recorría la bóveda celeste en una barca. La diosa del cielo lo engullía cada tarde y volvía a echarlo al mundo todas las mañanas. Una antigua tradición le hacía así hijo de Nut y de Geb.
Según los momentos del viaje, se manifestaba en tres entidades diferentes que expresaban su estado: Jepri al amanecer, Horajty al mediodía y Atum cuando se ponía: Los bas reunidos de Osiris y de Ra representaban al sol durante su viaje nocturno, mientras que se les representaba en su plenitud radiante bajo la forma de Ra Horajty.
Esta divinidad, resumía la totalidad de las funciones solares y se le asoció a grandes dioses cuando se quiso ampliar localmente el papel de éstos. Eso fue lo que sucedió, por ejemplo, con Sobek o con Amón, convertido en divinidad tutelar de Egipto en el Imperio Medio y sobre todo en el Nuevo, con el nombre de Amón-Ra su personalidad, un poco limitada en origen, se enriqueció gracias al carácter universal del astro divinizado.
Sus radiaciones se personificaron en una entidad femenina, considerada como su hija, portadora de vida pero también de muerte si no equilibran su carácter temible mediante las aguas de la inundación. Cuando su hija (que es también su ojo) se aleja de él, se ve privado de su energía y de su arma principal en la lucha contra los enemigos del orden cósmico.
Otros mitos en los que interviene Ra hacen alusión, la mayoría de ellos, a la vejez del dios, en la que está tan débil e Isis consigue, mediante una treta, que le revele su nombre secreto. Hace una serpiente con tierra y con la saliva que cae de la boca del anciano, el reptil pica al dios, cuyo mal sólo puede curarlo la Maga. Ésta no accede a curar al sol mientras éste no le revele su verdadero nombre. En el Libro de la vaca del Cielo su debilidad provoca una rebelión entre los hombres, que él no puede sofocar más que lanzando contra ellos a su todopoderosa hija Cansado de vivir en la tierra. Ra acabó por elevarse a las regiones celestes.
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